
Como comentaba en la anterior entrada, trata sobre tres amigos algo dispares (un dermatólogo, un ingeniero aeronaútico y un triste vendedor de papelería) que tras 20 años de amistad, ven como ésta se resquebraja por culpa de un cuadro. Un cuadro carísimo y totalmente blanco (con dos líneas diagonales blancas también ¬¬).
Aunque es el cuadro lo que desata la tempestad, a lo largo de la obra veremos los motivos reales: Marcos (Álex O'Dogherty) ve como su amigo Sergio ha dejado de ser su discípulo; Sergio (Iñaki Miramón) no entiende la brusquedad e intransigencia de Marcos, al que hace tiempo que ha dejado de idolatrar; e Iván (un GENIAL Luis Merlo) se debate entre ambos, intentando de forma poco fructífera reconciliar a sus amigos mientras, al mismo tiempo, su inminente boda de conveniencia le crea más problemas de los que ya tenía.
Lo interesante de la obra, desde mi punto de vista, es que aunque en realidad lo que estamos viendo es algo trágico y doloroso, la mayor parte del tiempo nos partimos de risa, porque se nos presenta el drama con tal ironía y sarcasmo que nos hace olvidarlo...
Los actores lo bordan, sobre todo Luis Merlo, que tiene el papel más agradecido en cuanto a lucimiento, pero el más complicado a la vez. Para mí, su personaje resume perfectamente el fondo de la obra: es a la vez dubitativo y trágico en su mediocridad, pero nos hace reír a carcajadas. Un ejemplo (que además es memorable):
"Si tú eres tú porque tú eres tú, y yo soy yo porque yo soy yo, entonces, tú eres tú, y yo soy yo. Pero si tú eres tú porque yo soy yo, y yo soy yo porque tú eres tú, entonces, ni tú eres tú, ni yo soy yo."
Álex O'Dogherty también se luce; su personaje no dista mucho del "borde" chófer de "Cámera café", por lo que no nos pilla por sorpresa. Utiliza el sarcasmo con habilidad y le imprime una "mala leche" que ya es marca de la casa.
Iñaki Miramón es el que peor parado sale. No porque su actuación sea mala (no lo es), sino porque su personaje, aunque es el que con la compra del cuadro inicia los enfrentamientos, es el más flojo de los tres. No está mal definido ni le faltan recursos, pero Álex y, sobre todo, Luis (que no me cansaré de decir que está espectacular), se lo comen con patatas.
En definitiva, y después de éste rollo que os estoy soltando: la obra merece mucho la pena. Son noventa minutos (aproximadamente) de mucha risa, tensión mal contenida (entre los personajes, claro) e incluso algún amago de lágrima (en un momento determinado, pasamos de la risa a la emoción sin anestesia, oiga).
Ay, ¡Cómo me gusta el teatro!
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